Aumento en pobreza: Primeras reflexiones
A partir de los resultados de Coneval que apuntan al incremento de la pobreza en México (sobre todo en los últimos dos años), ahora surgirán muchas voces que tratarán de explicar sus causas y qué bueno, porque hace falta una discusión seria y fuerte sobre este diagnóstico para tener claridad en los pasos por venir. Adelanto que la mayoría tendrá razón en todo o en parte, pero vale la pena ser cuidadoso para identificar lo que puede o no puede incorporase al análisis.
Podemos decir que hay dos grupos principales: por un lado, quienes intentan minimizar los resultados con argumentos que irán desde que hubo problemas metodológicos y de captura en la encuesta hasta que el problema es la crisis que vino de fuera y démonos de santos que existen los programas sociales porque si no las cosas estarían “pior”.
Por el otro lado, estarán los críticos que se agruparán, a su vez, en quienes criticarán el diseño de los programas sociales (es decir, que no corresponden los fines y los medios de los programas públicos); quienes criticarán la operación de los programas (principalmente argumentando que “falló” la focalización –es decir, no dirigir los apoyos de los programas “sólo a quienes más lo necesitan”); quienes criticarán que el problema es la política social y que los programas están orientados a “contener” la pobreza en lugar de efectivamente “redistribuir” el ingreso; también habrá quienes criticarán que el problema es el modelo económico que no genera empleos suficientes y de calidad; habrá quienes criticarán que los programas atendieron una vertiente del desarrollo (la formación de capacidades –o sea salud, educación y alimentación) y desatendieron la generación de opciones de ingreso, entre otros.
Foto: Daniela Rea
Eso y mucho más estará sobre la mesa en los siguientes días y ninguna de las explicaciones por sí sola nos darán certeza del porqué los resultados que tuvimos al incrementarse la pobreza. Pero vale la pena irlas explorando porque, y aquí hay que ser claros, algo no está funcionando. Si todo funcionara bien, la pobreza y la desigualdad irían reduciéndose significativamente y esto no es así.
Un aspecto que no está funcionando bien son los programas sociales, donde algunos están mejores que otros, pero que definitivamente requieren una revisión sensata y basada en evidencia tanto en su diseño, en su operación, así como la estrategia que los enmarca.
En este río revuelto, habrá pescadores que querrán ganar para incrementar clientelas políticas. También habrá que estar al pendiente de sus métodos e intenciones porque, al final de día, la experiencia es clara en que el clientelismo no resuelve estructuralmente la pobreza, todo lo contrario, y eso es un lujo que no debemos, ni podemos, permitir.
Seguiremos en la discusión.
Dicho todo lo anterior, me permito compartirles una columna de Rogelio Gómez Hermosillo, una persona con larga trayectoria dentro de la sociedad civil, que estuvo al frente del programa Oportunidades y cuya experiencia resulta muy valiosa.
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Aumentan los pobres, ¿mejorarán los programas sociales?*
Rogelio Gómez Hermosillo M.
El Universal
22 de julio de 2009
El incremento de la pobreza es una pésima noticia porque significa que las condiciones de vida de la gran mayoría de los mexicanos se han agravado, pero también porque puede servir de justificación para “reformar” los programas sociales mediante la descentralización de sus recursos a los gobiernos estatales.
Por primera vez en 12 años, la pobreza extrema (denominada oficialmente alimentaria) se incrementó entre 2006 y 2008 en 32%. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la pobreza extrema ha crecido de 13.8% a 18.2% y la pobreza a secas (denominada equívocamente “patrimonial”) ha aumentado de 42.6% a 47.4%.
Esta noticia puede tener connotaciones aún más negativas, si se toma en cuenta que esta medición se realizó entre julio y octubre de 2008, es decir, antes de que hubiera estallado la crisis económica.
Sin embargo, la situación puede empeorar porque ciertos remedios pueden resultar aún peores que la enfermedad. Hay “reformas” que pueden desmantelar los avances logrados. La propia Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, ENIGH 2008, muestra que sin las transferencias directas bien focalizadas de Oportunidades, la pobreza se hubiera incrementado aún más.
Ciertamente se abre una oportunidad para revisar y mejorar los programas y las políticas sociales. Esto debe hacerse con seriedad. Además, la revisión debe incluir también los programas económicos, especialmente las acciones relacionadas con la generación de empleo, la competitividad de las zonas marginadas y el acceso a servicios básicos, como la educación y la salud, con calidad y no sólo los programas de “combate a la pobreza”.
La buena noticia es que nuestro país cuenta ya cuenta con el desarrollo de información y estudios tanto dentro como fuera del gobierno, que pueden orientar la revisión y la mejora usando evidencia sólida.
Por una parte, la Ley General de Desarrollo Social creó en 2004 el Coneval), que además de ser responsable de la medición de la pobreza, que acabamos de conocer, promueve la evaluación rigurosa de los programas sociales.
También desde el mundo académico y los organismos internacionales hay estudios valiosos. Por ejemplo, un estudio recién publicado por el CIDE sobre la rendición de cuentas muestra que los gobiernos estatales y los municipales presentan mayor opacidad y carencia de mecanismos de rendición de cuentas.
El próximo informe sobre el desarrollo humano del PNUD ofrecerá elementos contundentes sobre el impacto de los diferentes programas y subsidios en la desigualdad. Lo grave es que algunos programas no sólo no reducen sino que ahondan la desigualdad. Estos son los programas que deben ser transformados.
Desde la sociedad civil, también hay aportes como el estudio de GESOC, que ha establecido un índice para calificar la consistencia del diseño y resultados de los programas sociales federales usando los datos de las evaluaciones.
Lamentablemente la discusión política privilegia los lugares comunes, la descalificación ideológica y la generalización. Un riesgo ya anunciado consiste en desmantelar programas que sí funcionan. De acuerdo con las primeras declaraciones del PRI después de la elección, uno de sus objetivos en la “reforma de la política social” es promover la descentralización de los programas sociales como el Seguro Popular, 70 y más y Oportunidades.
La falta de información sobre la operación real de los programas y sobre sus resultados facilita la descalificación de los programas. Resulta inaceptable que se pretenda repartir como botín a los gobiernos estatales el dinero de programas sociales cuya evaluación es positiva e incluso son ejemplo para otros países.
La paradoja sería que se use como pretexto la medición oficial de la pobreza del Coneval a la vez que se desecha la información de las evaluaciones sobre los programas, que han sido generadas por ese mismo organismo, a través de organismos académicos independientes al gobierno.
* Reproducido con el permiso del autor.
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