18.3.11

Andar en bici es ejercer ciudadanía

Por Alberto Serdán*

Para Andrés Lajous

Yo confieso que usé coche. Fue mi ilusión de juventud comprarme uno. Lo usaba todos los días. Andaba por la vida echando humo para "llegar rápido" a donde sea. No creí que andar en bici me fuera a dar más caché ni que me hiciera más galán. Tampoco que me cambiaría la vida. Mis amigos la usaban y debo decir que sentí mucha, mucha, curiosidad.



Entonces decidí ir a la calle de San Pablo y con el padrinazgo de Andrés Lajous encontré el modelo de mis amores. Me puse a estudiar el Reglamento de Tránsito y me ocupé de responder las inquietantes preguntas que acompañan una decisión como esta ¿estás seguro? ¿no es peligroso? ¿tienes casco? ¿lucecitas? ¿cadena? ¿seguro médico?



Una de mis primeras alegrías al usar la bici fue ir más rápido que los coches. Descubrí que el tráfico no solamente agobia sino que aprisiona y que la ira que llegué a experimentar detrás del volante desaparecía al andar en bici. Obtuve mi libertad. Gané plenitud. Disfruté el poder.



Y algo más. Descubrí que en la bici ves otra ciudad. Las jacarandas son más moradas y abundantes. Las personas tienen expresiones. Pude decir buenos días a extraños, al policía. En fin, cosas que encima del coche, simplemente, no supe apreciar. Se develó ante mi una ciudad más humana. Más real.



Esta oda a la bicicleta, a la “maquina libertadora”, reivindica mi derecho a la recreación, al tiempo y al espacio propios. A la posibilidad de ejercitar mi cuerpo y mi vida. De ir más allá del punto A al B en que se habían convertido mis largos, estresantes y aburridos trayectos en coche.



Pero descubrí algo más: el ejercicio liberador del uso de la bicicleta la experimentaron las mujeres británicas y estadounidenses hacia finales del siglo diecinueve. Susan Anthony dijo en 1896 que la bicicleta “hizo más para emancipar a la mujer que cualquier otra cosa en el mundo. Da a las mujeres un sentido de libertad y autoconfianza”.



En efecto, las mujeres obtuvieron movilidad y dejaron de depender de los hombres para trasladarse, conversar, convivir y, además, transformó a la industria textil al promover prendas más cómodas y olvidar el corsé. Más aún, fue objeto de devoción de las “sufragistas” que luchaban por el voto femenino.



De esta manera, el uso de la bicicleta se transformó de una experiencia individual a un ejercicio político de libertades. En la actualidad, no es gratuito que el activismo a favor de abrir el sistema y ampliar la democracia tenga una cierta conexión con la bicicleta.



Así, por ejemplo, en 2009 desde la Asamblea Nacional Ciudadana lanzamos la iniciativa ¡Ya bájenle! con el propósito de reducir el dinero a los partidos políticos. En señal de exigencia, más de 250 mujeres y hombres pedalearon en una bicicleta conectada a un foco que permaneció prendido durante 24 horas seguidas al pie del Ángel de la Independencia.



El uso de la bicicleta puede ir más allá. Es un símbolo de la exigencia ciudadana para construir la ciudad que queremos. Una ciudad más humana, sustentable, habitable, apapachable. Una ciudad construida por todas y todos.



Esa aspiración está amenazada por los grandes negocios que representan las obras de infraestructura que atentan contra la ciudad: Supervías, Segundos Pisos, pasos a desnivel. Un ejemplo, en su idea de ciudad, el Centro Cívico de Chicago pasó de ser un lugar de encuentro a un nudo vial. La ciudad, una vez más, se deshumanizó.



Y el proceso es el mismo: compadrazgos, favoritismos, madruguetes, falta de información, falta de consulta, protestas, represión. Así, la idea de ciudad se vuelve un campo de batalla en el mejor de los casos, franco agandalle en la mayoría de los mismos. Mover coches y no personas, es la consigna. Abultar billeteras, también. (Y sí, la foto siguiente es el mismo lugar que el que imaginaron en la foto anterior: Civic Center en Chicago)



¿Qué podemos hacer para reclamar nuestro derecho a la ciudad? ¿cómo podemos recuperar nuestro espacio público? ¿cómo le hacemos para transformar la realidad de nuestras ciudades? ¿qué debemos hacer la ciudadanía para disfrutar de las sonrisas y de los “buenos días” en la calle?



La bicicleta nos recuerda su carácter subversivo. En Guadalajara, un grupo de jóvenes con 12 mil pesos juntados en coperacha se dispusieron a pintar su propia ciclovía luego de que el Plan Maestro del gobierno metropolitano las dibujara en un mapa sin darles presupuesto. Por tanto, sin construirlas. O sea, atole con el dedo.



Reivindicando su derecho a hacer ciudad, estos jóvenes echaron mano a la pintura, vuelo a la imaginación y compromiso a su ciudadanía. Tomar la ciudad en nuestras manos es también una defensa ciudadana por nuestro derecho a la vida. Las bicicletas blancas representan a ciclistas que murieron atropellados. Luchar por carriles y señalización, es un ejercicio político por la vida.



El ejemplo cunde y desde aquí hacemos un anuncio: en el Distrito Federal el próximo 21 de marzo a las 11 de la mañana se pintarán banquetas, donde no las hay, en el Puente de los Poetas rumbo a Santa Fe. Es la era de las #Wikiciudades donde el espacio público es apropiado por una ciudadanía anónima y comprometida.



La bicicleta es un instrumento; el propósito, apropiarnos del espacio público para hacer ciudades para todas y todos. En su libro Fuego Cruzado, Marcela Turati nos recuerda lo fundamental que es recuperar el espacio público ante la deshumanización que provoca la violencia. Reconocernos como pares, recuperar las calles, arrebatárselas a las balas, a la ira, a la sinrazón.



Ello implica aparentes sacrificios personales como dejar el coche en casa o, mejor, convertirlo en jardín. Multiplicar estas prácticas, hacerlas visibles, difundirlas con rapidez, hacerlas experiencias ligeras y divertidas es nuestra tarea. Implica cambiar nuestras prioridades y motivaciones.



Implica ver más allá (con la ayuda de nuestros mejores amigos) para tener la ciudad que queremos y la calidad de vida que merecemos. La movilidad va más allá de ir del punto A al punto B en el menor tiempo, el mayor confort y la mayor sustentabilidad posibles.



Es la conciencia de que la ciudad que queremos está en nuestras manos. El futuro ciudadano que queremos, también. Andar en bici es un buen comienzo. Usar la bici, es liberador. Recorrer la ciudad en bici, es de galanas y galanes. Movilizarse en bici, es también ejercer ciudadanía.



* Presentación hecha en el foro de #Movilidad de @paseusted

1 comentario:

  1. Mi estimado Alberto. No fue posible asistir al foro de movilidad de Pase Usted, pero muchas, muchas gracias por compartir tu presentación. Este texto, como varios de Andrés, de Onésimo, de Roberto Remes y de muchos amigos más es simplemente inspirador. Confieso que pasé por un proceso similar al tuyo: de ser automovilista 7 días a la semana a ser ciclista 5 de 7 días, y es cierto todo lo que mencionas aquí: pedalear no se convierte sólo en una forma de llegar a un lugar en cierto tipo de transporte, hay un cambio cualitativo muy profundo a la hora de pensarte como ciudadano. Toda una serie de pensamientos políticos se desdoblan a partir de esa sensación que da "conocer la ciudad desde otra perspectiva". En fin, muchas, muchas gracias por compartir tu texto. Un abrazo con afecto.

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