La cartera vencida del crédito al consumo
Una de las consecuencias visibles de la crisis en los bolsillos de las y los mexicanos es la dificultad para pagar las deudas. Como vimos en el post del pasado miércoles, la caída en la actividad económica está siendo acompañada de una caída en el empleo (La actividad económica y el empleo, 01/04/09). Al no tener empleo, las personas se “aprietan el cinturón” y dejan de comprar artículos, lo cual se refleja en una caída en el consumo. Al existir menor demanda de bienes y servicios, la producción cae y, para reducir costos, las empresas realizan “paros técnicos” (lo que significa que una fábrica, por ejemplo, deja de trabajar por un tiempo determinado) o simplemente despiden gente. Y así se sigue la cadenita.
La gente, al tener menores ingresos en sus casas, debido a la pérdida del empleo, no sólo deja de comprar cosas sino que deja de pagar sus deudas. Un indicador de este fenómeno es la cartera vencida. Dicho coloquialmente: “debo, no niego; pago, no tengo”. Y es que desde mediados de 2006, la cartera vencida del crédito al consumo (léase tarjetas de crédito y préstamos personales) ha ido incrementándose hasta llegar a los 26 mil 901 millones de pesos. Esto es, la gente ha dejado de pagar créditos por un valor cercano a los 27 mil millones de pesos.
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La magnitud de esta cartera vencida no se había visto desde las secuelas de la crisis del Tequila en 1995, cuando se tuvo la cartera vencida más alta de la historia con 42 mil millones de pesos constantes (es decir, sin considerar la inflación). Ante ello, los bancos han decidido aumentar sus tasas de interés ya que consideran que es más “riesgoso” prestar dinero a gente que no pueda pagar sus deudas y, por lo tanto, eleva el costo del dinero: si los billetes y monedas se vendieran en el tianguis, encima del montoncito de monedas y billetes, cual fruta y verdura, en el letrerito rojo de su precio estaría escrito la “tasa de interés”.
De esta manera, por ejemplo, la tasa de interés promedio para la tarjeta de crédito pasó de 31.6 por ciento en diciembre de 2007 a 41.8 por ciento en febrero de 2009. No obstante, hay tarjetas que llegan a cobrar tasas estratosféricas que hacen imposible el pago a los deudores.
Por su parte, la cartera vencida de los préstamos al sector servicios, a la industria y a la vivienda está experimentando un repunte, lo cual puede presionar al sistema de pagos y, como ocurre con las tarjetas de crédito, se encarezca el crédito. Es decir, que ante el temor de que las empresas y las personas dejen de pagar, se incremente la tasa de interés.
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Es por ello, y por las presiones al tipo de cambio, que el Banco de México está decidido en mantener bajas las tasas de referencia (como los CETES) y encabezar una línea de crédito por 47 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional sumados a los 30 mil millones de dólares de la Reserva Federal estadounidense y los 10 mil millones por parte del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Tales cantidades son líneas de crédito (como las de una tarjeta de crédito) que pueden utilizarse en el futuro.
De hacerlo, el gobierno elevaría la deuda externa de 83 mil 649 millones de dólares que es el saldo de la deuda externa a febrero de 2009, a 170 mil millones, casi el doble. Todo sea para evitar la catástrofe. Lo bueno es que “el fantasma de la deuda externa” se había ido, tan así que hasta el presidente Salinas nos invitó a ponernos de pie y cantar el himno nacional.
Por experiencias pasadas, es indispensable que el gobierno sea transparente en el uso de estos recursos, garantizando la eficacia y utilidad pública, evitando así que este dinero llegue a las manos de la corrupción y el despilfarro. Parafraseando al corrupto perrito guardián del peso, José López Portillo, “ya nos saquearon, ya nos volvieron a saquear” y esperamos que este préstamo no sea un pretexto para un nuevo saqueo al patrimonio de los mexicanos y sea, en efecto, una medida temporal y necesaria para enfrentar la crisis que ha llegado a nuestro país.
También, el gobierno debe ser transparente sobre las exigencias que estos organismos multilaterales suelen anteponer a los préstamos que otorgan, como lo fueron las ignomiosas "Cartas de Intención" de los años 80. No más recetas, por favor, que aún no nos recuperamos de la que nos han puesto en estos años. Debemos estar al pendiente.
CARTERA VENCIDA EN MÉXICO 1995-2009
FUENTE
Datos: Banxico, 2009
Cálculos y gráficos: Alberto Serdán, 2009
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