11.3.09

Playball! / Por Alberto Serdán

Playball!

Propio de una comedia de enredos, nuestra clase política se encarga de generar sus propias tramas para el deleite de chicos y grandes. Ejemplos de humor ¿involuntario? sobran en nuestra historia reciente. Monsiváis se ha preocupado por compilarlos en su saltimbanqui columna “Por mi madre, bohemios” y hasta Andrés Bustamante le entró al quite con su libro “¿Y yo por qué?”.

Ahora tocó turno a nuestro querido gordito, el secre de Hacienda Agustín Carstens. Lo puedo decir porque lo presencié con éstos, mis propios ojos.

Sonsacado por Alex, Alo y Dionisio, y animados por la convocatoria de la selección mexicana de Béisbol (y así ver a peloteros de Grandes Ligas), acudimos al partido donde se enfrentaron las novenas de México y Australia. Se trata del primer Clásico Mundial de Béisbol jugado en nuestro país.

Luego de la presentación de los jugadores (debo reconocer mi ánimo extasiado al ver juntos al Toro de Etchohuaquila, a Teo Higuera y a Vinny Castilla), todo empezó con los himnos nacionales donde la banda del Estado Mayor Presidencial quiso evitar el síndrome de Julio Preciado y decidió no tocar el himno de Australia y dejar todo en manos de un confiable CD.


Entonces llegó uno de los momentos esperados de la noche, la ceremonia del “primer lanzamiento”. En condiciones normales, las celebridades suelen formar parte de este proceso. Una bella cantante o actriz, algún héroe deportivo, alguna leyenda viviente envía la pelota a un cátcher de ocasión. Hay fotos, besos, saludos a la multitud y tod@s content@s. Mi apuesta era que tal honor le correspondería al “Mago” Septién; a “Chacho”, la legendaria mascota del Tigres; o a “Paquín” Estrada.

Hízose el silencio y el sonido local anunció al afortunado: “con ustedes, el secretario de Hacienda, Agustín Carstens”. El casi-lleno Foro Sol rugió con sonoras rechiflas, abucheos, mentadas, gritos y sombrerazos, e.g. “¡Catarrito, tu $#!& madre!”, “¿No que no había crisis?”, “¡Fuera!”.

Salir de la caseta para subir a la “lomita de las responsabilidades” (así se le llama al montículo desde el cual los pícheres realizan sus lanzamientos al plato) genera un enorme estrés. Dar esos pasos pueden poner a temblar a cualquiera (lo digo por experiencia). Pero nuestro secretario no se amilanó y, con una casaca mexicana que le quedaba un poco ajustada, los recorrió lentamente, lo que dio tiempo suficiente para intensificar los gritos y mentadas.



No conforme con eso, realizó el lanzamiento (con una técnica depurada a lo largo de su experiencia en la pelota caliente) y éste no llegó al plato. Los decibeles subieron. Y fue una premonición de lo que vino: México perdió por nocaut 17-7. En la octava entrada detuvieron el partido. Toda una tragedia. En medio de las cervezas, todavía alguien se atrevió a gritar en la séptima: “no se vayan, nomás es un catarrito”. El estadio se vació.

Si eso no fuera suficiente, el día de hoy el presidente del PAN, Germán Martínez, declaró: “Los chiflidos al secretario Carstens creo no son por el manejo de la economía, sino porque no sabe pitchear”. Toda una joya. Y remató: “el panorama económico es difícil para el país, no ha llevado a nada, el gobierno está tomando medidas, desde nuestro punto de vista correctas para mitigar, para paliar los efectos de una crisis que es mundial”. Desde el Club de Industriales hasta los trenes de Celaya dicen otra cosa, me consta. Pregúntele a la gráfica de hoy a propósito del Índice de Confianza del Consumidor que publicó INEGI la semana pasada.



(haga clic sobre la imagen para agrandarla)


ÍNDICE DE CONFIANZA DEL CONSUMIDOR
FUENTE
Datos y cálculos: INEGI, 2009
Gráfico: Alberto Serdán, 2009

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