10.8.12

Repensar la educación

Por Blanca Heredia

En el video de la conferencia más vista de serie de charlas Ted Talks, Sir Ken Robinson argumenta que los sistemas educativos contemporáneos no están en absoluto diseñados para atender las necesidades presentes y futuras de los alumnos. Su tesis central es que para lidiar exitosamente con las oportunidades y los desafíos del siglo XXI (entre otros: 5 trabajos o más, muy distintos probablemente entre sí, a lo largo de la vida laboral), las personas requerirán creatividad a manos llenas y que la escuela, lejos de ofrecer las herramientas para desarrollar esa creatividad, tienden a matarla.

A través de una charla extraordinariamente ligera y amena, Sir Robinson plantea una crítica de fondo al paradigma educativo dominante y nos insta a revisitar las preguntas más básicas sobre el tema: ¿Para qué sirve la educación? ¿Cuál debe de ser su función central? ¿Qué enseñar y cómo? La creación de los sistemas de educación pública en buena parte del mundo estuvo indisolublemente ligada a dos macro-procesos centrales de la modernidad: la construcción de los estados nacionales, por un lado, y las formas de organización del capitalismo industrial, por otro. Si bien con particularidades y diferencias muy importantes, el grueso de los sistemas educativos tuvieron, desde el comienzo y, en mucho, hasta el día de hoy, ciertos rasgos básicos en común.

Primero, una vocación manifiesta y deliberadamente amalgamadora, de ahí la centralidad de una currícula única, así como de la enseñanza de la lengua y la historia nacional. Un segundo ingrediente común ha sido su carácter centralizado y burocrático. El modelo básico en educación, como en el resto de la organización estatal, fue el de una estructura fuertemente jerárquica que aseguraba el control centralizado de la provisión de servicios educativos a través de agentes burocráticos, cuya función fundamental consistía y consiste en cumplir reglas, reglamentos y ordenanzas de diverso tipo. Un tercer elemento compartido por el grueso de los sistemas de educación pública del mundo desde su creación y vigente aún en la mayoría de los países, es el de una organización análoga a la industrial: procesos estandarizados, productos estandarizados, rutinas y cadenas de mando verticales y jerárquicas.

En México a estos elementos se sumó un esquema de organización corporativa de los docentes, cuya función central era la de asegurar la inclusión controlada de los maestros en el arreglo político dominado por el partido hegemónico. En conjunto, todos los ingredientes mencionados contribuyeron a la integración nacional y a dotar a muchas generaciones de educandos de algunas competencias cognitivas elementales, y de los hábitos requeridos para trabajar y funcionar dentro de la economía y la sociedad mexicanas.

Hoy el sistema educativo nacional ya no resulta funcional para atender ni las necesidades de los alumnos, ni las del país. El modelo de provisión estandarizada de contenidos iguales, centrados sólo en lo cognitivo, no es capaz de ofrecerle a los niños y los jóvenes las herramientas para navegar y competir con éxito, en un contexto que habrá de exigirles adaptabilidad, creatividad y capacidad para aprender y procesar cantidades gigantescas de información. Tenemos que volver a las preguntas básicas y atrevernos a imaginar soluciones originales, que nos permitan cimbrar lo existente y abrirle posibilidades al futuro.


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