La semana pasada, el columnista Sergio Aguayo se adhirió a una campaña en favor de "Esperanza Marchita", candidata no registrada (y ficticia) por la cual se solicita votar en el espacio en blanco de la boleta destinado a las candidaturas no registradas, previa constatación de que ninguno del resto de los candidatos efectivamente convencía al elector, anulando así su voto.
Días después surgió una andanada de críticas contra el movimiento en favor de la anulación del voto. En esta columna, que comparto con las y los lectores de El Chicote Postmoderno y en la cual el autor de este blog tuvo alguna participación, el doctor Aguayo hace unas reflexiones sobre tales reacciones de la clase política de México.
También les comparto una columna de José Antonio Crespo que aborda el mismo tema y que titula, sugerentemente, Voto nulo: “un peligro para México” .
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Los 'suicidas'
Sergio Aguayo Quezada
Reforma
10 de junio de 2009
Con el arrojo de los mosqueteros, las fuerzas vivas se lanzaron, todas a una, contra el movimiento proanulación del voto. Van algunas reflexiones sobre un consenso tan portentoso.
Por falta de espacio, no comento las pertinentes reflexiones, a favor y en contra, de diversos colegas. Me concentro en los protagonistas de la política que coincidieron en zarandear a quienes apoyamos la anulación del voto: el PAN, el PRD, Convergencia, el PT, los verdes, los socialdemócratas, los obispos y cardenales, Andrés Manuel López Obrador y hasta Marta Sahagún nos han calificado de "antidemocráticos", "simplistas", "dinamiteros", "irresponsables", "demagogos", "perversos", "instrumentos de la derecha" y, en suma, de empujar a nuestra democracia hacia un "suicidio político". Hubo, por supuesto, voces mesuradas como la de la priista Beatriz Pagés, quien reconoció que "la ciudadanía es rehén y víctima de la partidocracia".
Me sorprendió, confieso, lo primario de una réplica que ignoró gradaciones y negó toda legitimidad a una protesta tan espontánea y disímbola en sus orígenes y propósitos. Sin negar la posibilidad de que exista una franja con fines aviesos, hasta donde mi comprensión alcanza, sostengo que se trata de una movilización pacífica nacida de agravios reales, y apegada a la legalidad y a la legitimidad democrática.
Tomo, a manera de ejemplo, la propuesta que estoy respaldando. Por no gustarme las candidaturas, escribiré en la boleta el nombre de Esperanza (una candidata ficticia). El artículo 252 de la ley electoral permite poner a un candidato no registrado (y existen varias posibilidades) y eso posibilitará contabilizar los votos de protesta.
La mayoría de quienes protestaremos de ésta u otra manera no queremos incinerar en plaza pública a los partidos y a la clase política; es una forma de exigirles eficiencia, austeridad y honestidad, una mejor oferta de candidatos y mayor preocupación por el interés general en sus propuestas y en la forma en que ejercen sus cargos. Son, de hecho, las peticiones más elementales que les asigna la teoría política, las leyes y el sentido común.
Por ello resulta tan lamentable su reacción inicial. O nos descalifican, o nos piden paciencia y otro cheque al portador. Santiago Creel propone a las "organizaciones o líderes de opinión que están promoviendo la idea del voto en blanco, que expresen en qué no están de acuerdo con el sistema político, que planteen una agenda de compromisos y que todos los partidos y candidatos la suscriban y la lleven a cabo en los próximos años". Se oye bien, pero es un guión repetido hasta la saciedad.
En 1908, Porfirio Díaz declaró a James Creelman que el pueblo de México ya estaba listo para la democracia y que él respetaría el veredicto. Cuando Francisco I. Madero le tomó la palabra e incendió México con su prédica cívica, Díaz y sus aliados entraron en un arrebato de arrepentimiento. Y se cometió un fraude monumental y tuvimos una Revolución y llevamos un siglo esperando elecciones confiables, Estado de derecho y una reducción de la impunidad, la corrupción y las desigualdades. ¿Cuánto más quieren que esperemos?
Oportunidades han tenido. Estaría la Mesa de Estudios sobre la Reforma del Estado inaugurada por Vicente Fox en agosto del 2000, cuando el país hervía de entusiasmo. En unas cuantas semanas quedó listo el compendio de las esperanzas centenarias. ¡Cuánto civismo, entusiasmo y generosidad! Y cuán cruel fue el desencanto vivido cuando Vicente Fox y Santiago Creel, entre otros, pactaron con los poderes fácticos del viejo régimen, y cancelaron las reformas pidiéndonos, eso sí, más paciencia y más confianza.
Todos hemos colaborado, por acción u omisión, a esa corrupción sistémica de la cual maman los partidos y los poderosos. Los resultados están a la vista y uno desearía que las grandes formaciones políticas, y algunos de sus líderes, reconocieran que México sigue siendo un invernadero de inequidades e impunidades en espera de ser extirpadas. Por ahora, su respuesta es la de una enhiesta defensa del orden establecido y de sus privilegios, y la indiferencia o la descalificación a quienes los criticamos o les pedimos que cambien.
Bien por los foros organizados por el Instituto Federal Electoral para discutir el voto nulo. Ojalá que en ellos se aborden las preguntas relevantes de las cuales nace la inconformidad: ¿por qué está fallando la mayoría de las instituciones democráticas? ¿Por qué sigue teniendo tanta fuerza la cultura de la corrupción y el fraude? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer, gobierno y sociedad, para que la democracia funcione?
Vistas así las cosas, me pregunto ¿quiénes empujan a la democracia al "suicidio"?: quienes protestamos por el estado de la democracia o quienes usan su poder para torpedear sus reglas más elementales.
Alberto Serdán Rosales sistematizó la información aparecida en la prensa capitalina. José Antonio Crespo hizo algunas precisiones fundamentales.
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Voto nulo: “un peligro para México”
José Antonio Crespo
Horizonte político
10 de junio de 2009
Hace varios meses comía yo con distinguidos amigos, figuras públicas todos ellos y cercanos en cierto grado a algún partido, sin ser, hasta donde sé, militantes activos. Con ellos comenté mi postura de no dar mi voto a ningún partido político, idea que no compartieron, pero todos coincidieron en que era mejor presentarse a la urna y anular el voto, que quedarse en casa. Así lo creo yo también. Pero por lo visto los partidos no, pues han reaccionado con gran intolerancia contra el voto nulo (tachado) o independiente (por un candidato no registrado), opción contemplada por la ley y, en consecuencia, legítima y democrática. Da la impresión de que preferirían un alto abstencionismo que una elevada proporción de votos de protesta. ¿Cómo así? El Cofipe, en su artículo 4, considera una obligación de los ciudadanos votar. Su incumplimiento no conlleva pena, pero formalmente es una infracción legal. La ley electoral mexicana, y la de muchas democracias, acepta una vía para protestar en la boleta si ninguna de las opciones registradas satisface al elector. En nuestro caso, esa opción es a través del candidato no registrado (voto independiente), contemplado en el artículo 252 del Cofipe. No es correcto, por tanto, meter al voto de protesta en el mismo costal que la abstención, como hacen los partidos y el IFE. El primero es legal e institucional (contrariamente a lo dicho por los partidos y el presidente del IFE, Leonardo Valdés, que bien haría en leer el Cofipe).
A los partidos, el abstencionismo no parece preocuparles demasiado, pero sí el voto de protesta (nulo o independiente). En 2003, cuando se registró 60% de abstencionismo, la reacción de los partidos no fue de descalificación ni condena a los abstencionistas, pese a que no habían cumplido con su obligación legal; simplemente dijeron que tomarían nota de esa señal de apatía. Incluso, en este proceso, cuando las encuestas empezaron a arrojar cálculos de una abstención de 60 a 70% (sin estimar aún los votos nulos), nada dijeron los partidos. Sólo hasta que se detectó que había un movimiento anulista que podría adquirir una dimensión importante, saltaron con todo tipo de descalificaciones, injurias y acusaciones (antidemócratas, retrógrados, subversivos, antipatriotas). No sabía, hasta ahora, que ejercer el ejercicio del voto, con una de las opciones estipuladas por la ley, implicara todo eso. Pensaba que era a la inversa. ¿Qué no las expresiones antiinstitucionales, antidemocráticas o de plano ilegales eran las que amenazaban la gobernabilidad y la institucionalidad? ¿Es ahora una expresión perfectamente regulada y permitida por la ley? Qué extraño.
Por un lado, todos los partidos aseguran que el voto nulo favorece a sus rivales: el PAN, que al PRD y al PRI; el PRI, que a los otros dos; el PRD, lo mismo y, los emergentes, que a los tres grandes. En suma, que el voto nulo favorece a todos y a ninguno. En el absurdo, Andrés López Obrador asegura que este movimiento sirve a “la mafia que le robó la Presidencia”. ¡Por favor! Tales declaraciones son emblemáticas de cómo los partidos ven a sus representados: incapaces de concebir ideas y estrategias propias, de pensar por sí mismos, de empujar iniciativas, de organizarse. Ante la amenaza que el voto de protesta podría representar a sus intereses y privilegios, los partidos unen su voz en coro, cierran filas, emprenden una campaña negativa contra esta expresión cívica. ¿Cómo osamos protestar siquiera contra ellos? ¿Cómo poner en entredicho sus privilegios, salarios y financiamiento? ¿A razón de qué se nos ocurre pedirles cuentas? Somos tratados como sus empleados o, en el mejor de los casos, sus súbditos, no como sus representados, no como sus mandantes. Tenemos que callar y obedecer y, además, votar por ellos.
Dicen, pues, que el voto de protesta es ilegal, subversivo. Pero resulta que la boleta electoral tiene en su base un espacio concreto que dice literalmente: “Si desea votar por algún candidato no registrado, escriba en el recuadro el nombre completo”. Si usted desea, se lee en la boleta. Es decir, siéntase en confianza, puede hacerlo, es legítimo, no es ilegal, no es antidemocrático, no es sedicioso; lo puede hacer si usted así lo decide. Si dicha opción fuera lo que los partidos, sus personeros informales y algunos consejeros del IFE dicen que es, esa leyenda tendría que agregar algo como: “Si usted vota así, incurrirá en una grave irresponsabilidad, un delito de lesa democracia, un acto subversivo; usted representaría un peligro para México”. Entonces, ya no cabría duda. Pero no dice eso.
Todo lo cual habla del carácter no tan democrático de nuestro sistema de partidos. Ese que los anulistas no queremos destruir, sino reformar, abrir, refrescar, aunque no al ritmo y las necesidades de los partidos (nos podría llevar siete décadas). Las demandas planteadas por los grupos anulistas, que buscan hacer eficaz la representación política, no son nuevas. A nueve años de la alternancia, ya era para que hubieran aprobado algunas de las más importantes. Pero vuelvo a la pregunta original: ¿por qué los partidos prefieren la abstención al voto nulo?, ¿por qué no distinguen la abstención del voto de protesta, como lo hace la ley, adjudicando a ambas figuras los efectos de la abstención? Porque ésta, aunque no sea legal, es silenciosa: el voto de protesta, siendo perfectamente legal, es ruidoso. Y como palanca de presión, puede ser mucho más eficaz que la abstención. El voto de protesta (nulo o independiente), nos sugieren los partidos, es “un peligro para México”. En realidad, podría serlo (dependiendo de su magnitud), pero para su cerrado oligopolio, sus injustificados privilegios y su intocable impunidad.
Anular el voto no servirá de nada si no se cuenta, si en lugar de anular el voto, votamos por Juan Pueblo, este voto debe contarse y entonces si lo deben de contar y registar… Voten por Juan Pueblo, denle voz al movimiento
ResponderBorrarEstimado cómplice,
ResponderBorrarLe envío la liga a un documento donde se encuentra la postura de Propuesta Cívica sobre el voto nulo.
http://www.propuestacivica.org.mx/esperanza/PosturaPC.pdf
También le envío la respuesta a una pregunta recurrente sobre Esperanza Marchita que puede serle de utilidad:
¿Hay alguna diferencia, legal o jurídicamente hablando, entre tachar la boleta con una cruz que la cubra y votar por un candidato no registrado (Esperanza Marchita)?
1) Sí hay diferencia. La opción de votar por una candidatura no registrada está aceptada por la ley (Artículo 252 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales –COFIPE) como una opción que aparece en la boleta (cuando se la entreguen, verás un recuadro en blanco donde puede anotar el nombre de Esperanza Marchita).
2) Se distingue del voto nulo (cruzando la boleta) porque en el acta de escrutinio y cómputo, el voto por candidaturas no registradas se contabilizan aparte (Art. 277 del COFIPE), de manera que podemos distinguir entre quienes anularon por error y quienes, al no estar convencidos por ninguna otra candidatura, han decidido apoyar a una candidata independiente.
3) Una vez pasadas las elecciones, hay más posibilidades de acceder a las boletas (un derecho negado hasta ahora) si lo hacemos a través de una solicitud de información en los términos del artículo 6to Constitucional preguntando por el número de votos para Esperanza Marchita.
4) No obstante, en efecto, ambos tipos de votos se consideran como “votos nulos” (Art. 274) en contraste con la votación para elegir representantes populares. Dicho de otro modo, ni Esperanza Marchita ni cualquier otra opción podrá ser Diputada, Senadora o Presidenta aún cuando obtenga la mayor cantidad de votos.
5) Tampoco se diferencian en el caso que, de acuerdo con la ley (Art. 292), si los votos nulos superan la diferencia entre el primer y segundo lugar, entonces se abre el paquete electoral y se recuentan los votos en el cómputo distrital. No hay diferencias pues los votos nulos y los de candidaturas no registradas se consideran genéricamente como “votos nulos”.
Le comparto también que el correo electrónico de Esperanza Marchita es:
emarchita@gmail.com
Esperanza Marchita también está en Twitter
http://twitter.com/Emarchita
Y a partir de hoy, también ya tiene Blog:
http://emarchita.wordpress.com/