¡PUMAS, CAMPEÓN!
Hay cosas mundanas que nos hacen la vida más llevadera. El fútbol es una de ellas. Dios es redondo, dice Villoro, y en el octavo día inventó el fútbol. Sentir la pasión de unos colores, de un uniforme, de una bandera, es algo completamente irracional. El fútbol es irracional, no podemos pedirle más; pero en medio de la crisis, de las noticias negativas que son cotidianas y de la dureza que puede llegar a ser adulto, el fútbol nos regresa al origen, a entender que todo es un juego y que las alegrías, las emociones y las tristezas pueden ser despertadas por cosas tan insignificantes como el rodar de un balón. Mi alegría de aficionado al ver a mis Pumas campeón, por sexta vez, me permite hacer un post al más puro estilo de las columnas deportivas.
Los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México es más que un equipo de fútbol. Es un representativo de la máxima casa de estudios, de toda una apuesta por la juventud, por la sencillez y el trabajo. Pumas es de los equipos que, históricamente, ha pagado muy bajos salarios a sus jugadores, que basa su conformación en “la cantera”, que no son más que muchachos formados en una escuela de fútbol hasta que llegan al primer equipo. Estos jóvenes provienen a partir de un arduo trabajo de “visorías”, es decir, personas que visitan barrios en todo el país para identificar a chicos que tienen el potencial de buenos futbolistas. Además, históricamente, y este torneo no es la excepción, Pumas tiene uno de los promedios de edad más bajos de los equipos de Primera División. Pumas no tiene los presupuestos millonarios de otros equipos y suele conducirse con bastante precariedad.
Pumas tiene, además, una identificación con su gente, con sus porras. Hasta hace algunos años eran consideradas de las más “violentas” en el medio. Un buen trabajo de autocontención, autorregulación y sensatez, ha disminuido su beligerancia canalizándola a un fervor incansable que es la envidia para cualquier equipo. Pumas, como todos, ha tenido sus altas y sus bajas y ello no ha sido obstáculo para que su gente lo siga a todas partes, impulsándolos y apoyándolos. Tuve la gran oportunidad de asistir al partido de ida de la final contra el Pachuca y, “objetivamente”, puedo decir que la porra de Pumas es la mejor; lo corroboré en la transmisión televisiva donde los únicos gritos que se escuchaban en varios lapsos del partido eran de los seguidores de los Pumas, a pesar de ser muy inferiores en número de asistentes al estadio.
Además, los Pumas, por ser equipo de la Universidad, cuentan entre su seguidores a egresados que ahora, muchos de ellos, son personajes relevantes en sus respectivas ramas profesionales, incluyendo a cantantes, actores, periodistas, intelectuales, científicos y eminencias quienes aprovechan a los Pumas para descargar adrenalina contenida en el día a día y, de pasadita, darle publicidad al equipo.
Pero este Pumas, el que le ganó ayer el campeonato al Pachuca, es simplemente impresionante: nadie, fuera de su fiel afición, creía en ellos. No hicieron contrataciones, tuvieron un inicio desastroso, tienen jugadores muy limitados técnicamente como Dante López o Pikolín Palacios. No tiene ninguna “estrella”, de esas que ganan contratos millonarios y Pumas tuvo lesiones de jugadores importantes. En fin, un equipo cuyo destino era hacer un papel decoroso y nada más. El trabajo, la dedicación y empeño le dieron a los Pumas un rostro dinámico, fuerte e incansable. Jugadores en el ocaso de sus carreras como Palencia y Bernal le dieron balance a los ímpetus de jóvenes como Barrera, Juárez y Velarde.
Pero en todo esto, hay alguien que se merece las palmas: el entrenador Ricardo “el Tuca” Ferretti. Un mexicano accidentalmente nacido en Brasil que ha dirigido más de 700 juegos en Primera División desde que debutó en Pumas como director técnico por el lejano 1991. No obstante, con el equipo de la Universidad ha conseguido apenas su segundo título en su larga carrera. El Tuca es un tipo gruñón y juguetón al mismo tiempo. Siempre se ha caracterizado por gritar a sus jugadores, desde David Oteo y José Damaceno “Tiba” (me consta cuando en aquellos años, hace ya 15, me daba vueltas por el entrenamiento de Pumas y veía cómo se los traía “cortitos”) hasta Íñiguez y Palacios, recientemente. Apenas ayer lo vi sonreír tan abiertamente por primera vez desde que regresó a Pumas.
En esta liguilla el Tuca demostró porqué es un viejo lobo de mar. Puede decirse que este campeonato de Pumas se le debe a él: supo modificar tácticamente al equipo, supo “apretar tuercas” en los momentos decisivos y siempre fue exigente hacia sus jugadores. Al mismo tiempo, el Tuca es el artífice de que los Pumas volvieran a su mística de lucha, entrega y juventud. Y es que a Pumas se le puede perdonar todo (incluso ir en el último lugar del torneo) pero lo que no puede perdonársele es que no se entregue en los partidos. Tuca le regresó la “garra” al equipo y ojalá perdure.
Pumas es un merecido campeón y es una gran noticia en estos tiempos nublados.
Hasta aquí el análisis.
Por lo demás, “objetivamente”, el Pumas es el mejor equipo de fútbol del mundo, y si no puede demostrarlo, es porque no jugamos la Champions, el Atlante no es el Barcelona y el Toluca no es el Manchester United. Fuera de eso, Pumas es la neta y tiene a la mejor afición del mundo (miren que esperar hasta las 3:30 de la mañana para festejar con su equipo –que nunca apareció en el Ángel de la Independencia– es un decir).
Por todo lo anterior:
¡MÉXICO
PUMAS
UNIVERSIDAD
GOOOOOOOOOYA
GOOOOOOOOOYA
CACHÚN CACHÚN RA RA
CACHÚN CACHÚN RA RA
GOOOOOOOOOYA
UNIVERSIDAD!
Fotografías: Reforma y Femexfut, 2009
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