5.12.08

Simplicidad / Por Alberto Serdán

Pareciera que el mundo vibra, se enciende, que no se sienta a descansar, a mirar, a ver la superficie de Palomar ni pensar en que somos los puntitos azules de Sagan. Pareciera que la simplicidad no es valorada, tampoco la exactitud. ¿Alguna consecuencia visible? Que la tormenta se volverá soledad, con tremendo fatalismo. ¿Así ha sido siempre? ¿Qué sentido tiene esta esquizofrenia? Es evidente, por definición, no lo tiene ni tendrá.

En México este año han muerto más de cinco mil personas a consecuencia de la delincuencia organizada, la autoridad –en el mejor de los casos– está desorganizada y la sociedad paralizada. En otras latitudes el odio se traduce en muerte y dolor, de los civiles reconocidos por los grandes medios y de los civiles negligentemente ignorados. El horror.

Y en medio, la gritería. La del odio. La de quienes no saben distinguir entre el debate y la agresión. De quienes no entienden del valor supremo de la conversación para construir conocimiento, no como pasarela de egos y lucimientos, menos como arma de destrucción de quienes ven en el otro el peligro.

En medio, la gritería. Que no dice nada, que se queda plasmada en comentarios a las notas de los diarios en Internet, de los Blogs y de los foros. Se quedan allí como mudos testigos de la efervescencia, de la sinrazón y del sinsentido.

¿Así ha sido siempre? Yo imploro que no, porque es descorazonador. No entendería cómo sobrevivir ante tanta impotencia. Sólo somos un puntito y todas y todos estamos en la superficie. Es hora de admirar y valorar la superficie, o sea, todito. Quizá es la hora de cultivar huertos. La hora de la simplicidad, ésa que ha escapado a este Post.