Por Alberto Serdán Rosales
La ciudadanía puede y debe ser un actor central del cambio ante tiempos nublados que perfilan un proyecto nacional fallido en su seguridad, economía, política y, sobre todo, su igualdad social. Su resorte es la constatación de que en México lo justo no corresponde a lo legal y tampoco a la realidad; al tiempo de que no hay respuestas claras para corregir el rumbo. Para cumplir el papel que le corresponde, esta ciudadanía debe ser ligera, rápida, exacta, visible, que se multiplique, que sea capaz de empezar y acabar bien las cosas –en la línea del viejo Palomar.
Las causas ciudadanas atañen a la mejora de nuestra calidad de vida, del bien común en la diversidad, de una idea de lo justo para la comunidad. Tales causas no necesariamente son del interés o gusto de grupos empresariales y políticos cuando escapan a la lógica lucrativa y mercantilista del poder empresarial o a la lógica del poder político que custodia la legalidad y al mismo tiempo toma decisiones calculando su rentabilidad electoral.
Batallar por las causas ciudadanas implica buscar que nadie en este país se sienta, en términos coloquiales, agandallada o agandallado. Si eso ocurre, señalarlo y proponer alternativas, al igual que existan mecanismos democráticos que garanticen la libre expresión, la justicia, la igualdad, la equidad y la participación en la toma de decisiones públicas.
Para ello, la exactitud es fundamental en el actuar ciudadano. Es decir, comprometerse a hacer análisis, opiniones y propuestas basadas en datos y evidencias teniendo claridad sobre la línea que separa lo justo y lo legal, lo correcto y lo incorrecto, lo eficaz y lo despilfarrador. Implica, además, usar a los derechos humanos como referente para medir el cumplimiento de las obligaciones del poder tanto en su conducta como en sus resultados, así como la transparencia y la rendición de cuentas en su actuación.
En la búsqueda de la justicia, una ciudadanía vibrante debe multiplicarse. Plantear ideas con amplio criterio que favorezcan la diversidad y la pluralidad. Que se nutran de muchas voces, lo que compromete a trabajar en una lógica de la solidaridad, la cooperación, la colaboración y la reciprocidad. La base de ello es la firme creencia en la dignidad humana y en sus potencialidades, su creatividad y la utilidad de su participación en una insensata apuesta por la confianza, por el otro.
La rapidez con la que reacciona la ciudadanía deriva de la urgencia en la solución de problemas que negligentemente fueron olvidados –o incluso provocados- por el mundo empresarial y político -y el de la sociedad civil misma. Pero también parte de la creatividad, alegría, irreverencia y ánimo provocador de sus miembros y señalamientos. Dinamismo es su signo: una ciudadanía que sea lo que hace y no lo que dice que es; que sea como el agua “transparente y en constante movimiento”. Esta ciudadanía sin duda puede equivocarse pero debe saber reconocer cuando ello ocurre y, sobre todo, hace lo posible por corregir tan pronto como pueda.
Para conseguir la eficacia en el trabajo ciudadano, es indispensable garantizar su visibilidad. La favorecen los medios alternativos y la redes sociales (virtuales como los blogs, Twitter y Facebook, y presenciales como el fortalecimiento de redes comunitarias y el trabajo de base). No obstante, también son importantes las alianzas con los medios de comunicación tradicionales. En el mensaje, la sencillez y claridad de sus propósitos es vital, así como la fuerza y solidez de sus argumentos, la creatividad y la innovación.
Como reto, el futuro ciudadano debe alejarse de la pesadez que lo inmoviliza: alejarse del patrimonialismo, de prácticas corruptas que se normalizan y perpetúan bajo el cobijo del “así ha sido siempre” o el “no hay de otra”. También de la opacidad, de lo difuso. Su principal activo es la autoridad moral y la potencia de sus argumentos, su principal obstáculo es la negación de estos activos con cinismos, dobles discursos, doble moral. Por ello la ciudadanía debe vivir los valores por los que lucha en el ámbito personal y al interior de nuestras organizaciones ciudadanas en una búsqueda incesante por la congruencia, por la honestidad tanto intelectual como material.
Cuando se lucha por causas ciudadanas, inevitablemente uno corre el riesgo de convertirse en un “veterano de causas perdidas”. Es posible que se instale el desánimo de vez en cuando y que la visión de un destino ineludible y poco grato lo abrume a uno. El futuro ciudadano invita a seguir adelante porque de nadie más depende, mas que de nosotras y nosotros mismos, que avancemos en el sueño de ser “un tilín mejores y mucho menos egoístas”.
http://twitter.com/albertoserdan
*Publicado para el suplemento de Pase Usted en el Foro "El Futuro Ciudadano" organizado los días 24, 25 y 26 de agosto de 2010.
Nube de palabras de ciudadanía.
Fuente: Aulas democráticas.
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