13.5.09

Ánima rota

A México le urge una izquierda honesta, moderna y fuerte. Tales cualidades están ausentes en términos generales y el libro de Carlos Ahumada confirma lo que hemos sabido desde hace mucho tiempo.

La alternativa es, sin duda, regresar a los principios y valores democráticos y éticos, comprometerse con un ideario de izquierda que efectivamente se traduzca en políticas públicas reales y eficientes, donde los recursos sean distribuidos bajo una perspectiva de derechos humanos con principios de no discriminación, equidad, realización progresiva, no regresión, máximo [e inteligente y honesto] uso de recursos disponibles, satisfacción de niveles mínimos esenciales, transparencia y rendición de cuentas, donde haya congruencia.

Debe entenderse que no se debe ejercer el poder público traicionando los principios y los valores. Ahumada nos recuerda la fuente de decepción que suscita la izquierda partidista actual, con honrosas excepciones individuales, entre quienes consideramos que un gobierno guiado por los derechos humanos, la igualdad sustantiva, la democracia sustantiva y el estado democrático de derecho debe ser la opción.

Ante todo esto, les comparto esta columna de Sergio Aguayo que publicó hoy en Reforma.

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Ánima rota

Sergio Aguayo Quezada
Reforma
13 de mayo de 2009

Y llegó Carlos Ahumada a rociar de bilis las heridas de un Partido de la Revolución Democrática (PRD) dividido. Van las inquietudes de un votante de izquierda desanimado.

Derecho de réplica es un texto parcial escrito por un hombre resentido y contradictorio. Ahumada es honesto al reconocer que filmó y difundió la corrupción de la izquierda porque "confiaba en que finalmente recuperaría" los 400 millones adeudados por el PRD. Siete párrafos después se presenta como "alguien muy idealista" que preserva "la esperanza de que tengamos un México más justo".

Lo único justo que logra es poner al mismo nivel a una colección de gobernantes, políticos y empresarios. Ninguno de ellos le hace fuchi a la corrupción, todos son diestros en el arte del madruguete y, por la impunidad, casi todos siguen prendidos del presupuesto. Es un relato sin pobreza; viajan en aviones privados, degustan caldos de refinadas cavas, se reúnen en residencias y hoteles de San Ángel, Londres y hasta la revolucionaria Cuba.

Sería injusto e impreciso calificar a todos los perredistas de deshonestos. Sin embargo, el PRD como sujeto colectivo no ha representado bien a quienes le hemos dado el voto esperando otro comportamiento. Es triste ver que el heroísmo y la abnegación de un buen número de "compañer@s" se transformó en flacidez al tocar las prerrogativas y los presupuestos.

Ahumada confirma lo conocido: un segmento importante del perredismo se impregnó de los usos y costumbres de los otros partidos. Lo prioritario es el cargo y la defensa de la tribu. Hay por supuesto excepciones, pero a este "Príncipe Moderno" (así llamó Antonio Gramsci a los partidos) le faltan propuestas y prácticas que lo distingan de los otros. Cada estado y municipio perredista es como un feudo independiente, mientras que en la organización nacional el rasgo más constante y distintivo es el desorden.

Para apoyar mi dicho rescato una cita del informe del Organo Central de Fiscalización del PRD (entonces integrado por Ricardo García Sainz, Ifigenia Martínez y Carlos Payán Velver) sobre las finanzas perredistas del 2003: "un gran desorden en la contabilidad, al grado de hacer imposible la conclusión de una verdadera auditoría que pudiera verificar los resultados por no haberse cumplido las normas mínimas generalmente aceptadas en materia de contabilidad".

El PRD está sumido en el pasmo intelectual y en la evasión de temas difíciles. Confirmo el enunciado con la tortuosa relación entre el PRD y Cuba (Ahumada le dedica un espacio considerable). Cuba plantea un reto particular: hay que apoyarla por las agresiones estadounidenses y también reconocerle sus logros; no puede negarse la violación que hace de derechos que en México forman parte del ideario de la izquierda; tampoco puede ignorarse que, en el último medio siglo, Cuba ha respaldado sistemáticamente a los enemigos mexicanos de la izquierda. Van ejemplos.

En el otoño del 2000 Fidel Castro envió una carta pública de condolencias al Senado y al PRI. "Fui capaz de valorar en todos estos años -dijo entre otras cosas el Comandante- las excepcionales cualidades humanas de Fernando Gutiérrez Barrios, su honestidad, su espíritu cordial, actitud franca y abierta''. Tanto incienso lo dedicaba a uno de los principales represores de la izquierda mexicana.

En 1988 Fidel Castro asistió a la toma de posesión de Carlos Salinas como Presidente. Legitimó, con ello, el fraude perpetrado contra Cuauhtémoc Cárdenas, miembro de una familia siempre solidaria con La Habana. Durante su visita, Castro consideró innecesario hacer un gesto de desagravio a los millones de damnificados por aquella traumática violación a la voluntad popular. Con los años, Castro y Salinas cultivaron una estrecha amistad que le permitió al ex presidente mexicano tener en La Habana una cómoda base de operaciones durante su peculiar exilio. Ahumada reconfirma que Cuba jugó un papel en el complot orquestado por Salinas contra la candidatura de López Obrador.

Vistas así las cosas, podría decirse que la Cuba revolucionaria decretó un bloqueo de la izquierda mexicana. ¿Qué hacer? No propongo un cambalache de solidaridades. Debe apoyarse a Cuba frente a Estados Unidos sin esperar nada a cambio. También debe exigírsele que respete las sensibilidades de una izquierda bastante plural. Y el responsable de establecer una política coherente es el PRD que, carente de ideas, se refugia en una evasión y un silencio nacidos de la confusión y/o la parálisis conceptual.

El PRD llega dividido a las urnas cuando crece la opción de anular el voto para demostrar el hartazgo que provoca la clase política. Si el PRD quiere distinguirse de la derecha y del PRI, debiera al menos expresar interés por mirar de frente a su ineficiencia, su corrupción y su tendencia a evadir temas conflictivos.

Ahumada es un ser deleznable; su mérito radica en recordarnos que la izquierda perredista tiene el ánima rota y el análisis embotado.

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